El ser humano es el sujeto de la Historia y protagonista de los hechos históricos. La identidad de un pueblo viene determinada por su proceso histórico. Al historiador hemos de exigirle, al menos, cierta moralidad en su juico de valor y un equilibrado análisis crítico a la hora de apreciar la Historia. Desde este punto de vista, le incumbe tres tareas éticas: reflejar la Historia que se extrae de los documentos lo más objetivamente posible, preservar la memoria colectiva y al docente educar en la pluralidad.
La enseñanza ha de estar dirigida a inculcar en los ciudadanos el sentido de la responsabilidad moral, civil y política. Se ha afirmado que los nacionalismos -incluso el español- en ocasiones falsean la Historia.
El humanista Marsilio Ficini escribió que la Historia es necesaria para conferir a la vida un significado moral. La Historia es la memoria de la sociedad. Es el mayor antídoto contra la distorsión ideológica y propagandística. A esta disciplina le corresponde transmitir el conocimiento de cómo hemos llegado a ser lo que somos en la actualidad. Ya en el mundo clásico greco-latino se propugnaba el principio “conócete a ti mismo”.
La herencia que define un pueblo viene configurada por las particularidades histórica, culturales, lingüísticas, institucionales, etc. Tergiversando estos aspectos, el catalanismo político se ha convertido en el último alumbramiento de la historiografía romántica. Mantiene la tendencia de utilizar el pasado histórico como soporte de las ideologías del presente.
Se ha mal interpretado una parte de la historia de Cataluña con finalidades espurias Percibimos que se está gestando el último eslabón de la historiografía catalana. El historiador catalán Jaime Vicens Vives ya subrayó que una “Catalunya falsa” protagoniza la época de la conquista de los territorios en que Jaume I constituiría el Reino de Valencia. Una “Catalunya falsa” proyectó los repoblamientos del territorio valenciano. Una “Catalunya falsa” prolongó hasta la frontera de la población de Biar unos inexistentes contenidos nacionales y plantea actualmente la cuestión de los quiméricos “països catalans”. Personajes ilustres valencianos de las distintas ramas del saber, monumentos artísticos, cerámica, tradiciones etc. han visto cambiado su origen o procedencia.
El encargo que el político Francesc Cambo hizo a Ferrán Soldevila para que escribiera una “Historia de Catalunya”, y las publicaciones de otros autores más actuales han constituido la exégesis espiritual y política de los fervorosos catalanistas, y con el transcurrir del tiempo han creado escuela en la Comunidad Valenciana. Los intereses políticos y la ensoñación de esa nueva entidad política territorial denominados la “Gran Cataluña” o “països catalans” puede llevarnos a distorsionar nuestra idiosincrasia histórica y cultural.
El titulado “Programa 2000 Dolça Catalunya” contiene la estrategia diseñada ya en 1990, durante el mandato del Presidente de la Generalitat Catalana Jordi Pujol, para introducir el nacionalismo en todos los ámbitos catalanes, programando objetivos y las actividades para impulsar el sentimiento nacional, incluso fuera de Cataluña. Consideramos que es una ofensa que desde más allá del Ebro vengan a aleccionarnos ciertos políticos con declaraciones intencionadas e impulsar fascinaciones anexionistas. Está constatado que el Govern de Torra sigue inyectando fondos para ACPV y las entidades satélites que fomentan el catalanismo en la C.V., en colaboración con los políticos gobernantes del Pacto del Botánico -PSOE, Compromís y Podemos- que con descaro subvencionan alegremente a las mismas entidades.
Como ha recogido un editorial del 18 de febrero de 2020 del diario LAS PROVINCIAS “el catalanismo sueña con crear una república independiente a la que posteriormente se anexionarían territorios como la Comunidad Valenciana” y anhela el crear en un principio un “espacio común” utilizando las diputaciones valencianas para construir una nueva realidad política a través de la cultura y configurar posteriormente el objetivo territorial.
Nos debemos preguntar: ¿Qué somos?, ¿A dónde estamos? ¿Cuál es nuestra cultura?, ¿Qué elementos y factores definen nuestra personalidad? Algunos olvidan que el pueblo valenciano quiere ser lo que ha sido históricamente, es decir Valencia, con su perfilada personalidad propia, definida por su cultura, lenguas, historia, etnología, etc.
Tenemos que recordar y tener presente que la verdad histórica y la estima por nuestras raíces nos harán libres.