En la década de los años treinta del siglo XX el profesor catalán Jaime Vicens Vives ya resaltaba que el historiador político mantenía la peligrosa tendencia a utilizar el pasado histórico como soporte de las ideologías y de los debates del presente. Ese razonamiento equívoco perjudica el verdadero conocimiento y desvirtúa los adecuados planteamientos políticos del presente.
Vicens Vives se propuso desmitificar los tópicos nacionalistas heredados de la Renaixença y eliminar las categorías de “agravios o “expolio” que los catalanes atribuyen al resto de España; así como el continuo “victimismo” desde el Compromiso de Caspe. En relación a esta cuestión Antonio Bofarull en su Historia Crítica y Víctor Balaguer en su Historia de Cataluña tildan la Sentencia de Caspe de “criminal injusticia” y se acusa al santo valenciano Vicente Ferrer de ser el protagonista y el más culpable de las decisiones del Compromiso y que fue instrumentado por el Papa Benedicto XIII.
El citado historiador catalán ya afirmaba que la historiografía catalana repetía las fábulas mantenía los equívocos y perseveraba en los tópicos cómodos y peligrosos. Más tarde mantuvo que una parte de la historia de Cataluña se había falseado. Percibía que se estaba gestando el último parto de la historiografía catalana de la época romántica y subrayaba que una “Cataluña falsa” protagoniza la época de la conquista de los territorios en que Jaime I constituyó el reino de Valencia. Una “Cataluña falsa” prolonga unos inexistentes contenidos nacionalistas hasta la población de Orihuela. Una “Cataluña falsa” hace catalanes a ilustres personalidades valencianas de las distintas ramas del saber y se apropia de monumentos artísticos, de nuestra cerámica, nuestra música, etc., cambiando su origen y procedencia. La historiografía valenciana y los sectores sociales deben reaccionar contra las secuelas de ese nacionalismo romántico catalán implantado en la actual Comunidad Valenciana porque se está produciendo un parto de la historiografía romántica catalana en nuestro ámbito territorial autonómico que manipula la formación histórica y cultural de la personalidad valenciana.
No nos debe sorprender que con la base historicista de una “Cataluña falsa”, como reveló hace años el mencionado historiador, se pretenda por maniqueísmo, mimetismo o por intereses espurios falsear la realidad histórica valenciana. Y que de la misma manera que Vicens denunció el mantenimiento en Cataluña de “tòpics còmodes i perillosos” tengamos que hacer lo mismo en la actual Comunidad Valenciana.
Esta reacción intelectual de dicho historiador contra los que reescriben la Historia sin base documental marcó el camino a los valencianos, indirectamente defendidos por Vicens, y debemos tenerlo en consideración como ejemplo historiográfico en el antiguo reino de Valencia.
Desde una óptica aragonesa y castellana otros insignes historiadores también han sacado a la luz falsedades vertidas en la interpretación de la historia y cultura catalana.
Recientemente el dramaturgo catalán Albert Boatella declaraba a LAS PROVINCIAS que la idea de los “països catalans” es una broma, un instrumento trasnochado.
Es revelador el contenido del llamado “Programa 2000, Dolça Catalunya”, que es un documento que se diseñó en 1990, durante el mandato del Presidente de la Generalitat Catalana Jordi Pujol, para introducir el nacionalismo en todos los ámbitos catalanes. Programa desarrollado posteriormente por otros presidentes catalanes socialistas - Pascual Maragall y José Montilla-, y convergentes o afines -Artur Más, Carles Puigdemont y Quim Torra. En él se señalan las pautas y objetivos a seguir en los diversos ámbitos y aspectos de la sociedad catalana de manera estructurada.
El soberanismo de nuestros vecinos del norte se manifestó al celebrar el “Govern Català” el referéndum independentista el 1 de octubre de 2017. El 10 de ese mismo mes el Gobierno español procedió a la supresión de la proclamada independencia. Su relato supremacista y su victimismo ha llegado a proponer y plantear injerencias políticas a nivel de Estado en el ámbito judicial español.
La agenda semioculta del nacionalismo valenciano ansía construir una identidad valenciana imitando el modelo catalán y utiliza todos los medios que controla y tiene a su alcance, - educación, cultura, actividades festivas, utilización de la vía pública, empleados públicos- nada escapa a difundir una ideología manipuladora. Para conseguir sus objetivos utiliza los resortes del poder otorgando cuantiosas subvenciones económicas a entidades filo-catalanistas y asfixia a las entidades que promueven y defienden la rica y genuina cultura valenciana. No disimulan actuar en connivencia con políticos y sectores culturales no valencianos que impulsan explícitamente el nacionalismo soberanista catalán y su expansión.
La sociedad valenciana tiene un acuciante problema con la proliferación de las falsas noticias, la pertinaz ideologización en las aulas y las falsificaciones históricas y culturales.
Los vendavales agitados que han provocado el “procés català” y sus consecuencias en el ámbito valenciano tiene una explicación en la falta de unas sólidas y justas estructuras sociales y administrativas propias, carentes de una firme institucionalización y de normalización cultural autonómica.
La despersonalización cultural y política valenciana, merced a la manipulación histórica del antiguo reino de Valencia, originaría una perdida sustantiva de la personalidad valenciana.